jueves, 6 de abril de 2017

Desde que soy madre...

Des de que soy madre ha cambiado mi perspectiva de las mamis.

Naces, te conviertes en bebé, en niña, en preadolescente, adolescente, postadolescente, mujer, madre o no, señora, viejita y te vas.

Van pasando los años y convives con tus padres. No eres consciente. Es el día a día. Es tu rutina. Levantarse, desayunar, vestirse, ir al cole, jugar, ensuciarse, bañarse, cantar con tus padres o leer un cuento y a dormir. Y así van pasando los días, las semanas, los meses, los años.

Y no te das cuenta y te conviertes en madre.

La perspectiva es otra. Tu rutina cambia. Ves a superG crecer. Conseguir sus logros. Sus primeros pasitos. Su primera carcajada. Sus primeros celos. Sus primeras pataletas. Y lo vives. Lo vives muy diferente.

Y ahora, ponte conmigo. Ponte conmigo en una ventana que te abren mis ojos.  Y desde esa ventana ves a mi madre, ahora convertida en una superyaya. Y ves como se desvive. Como le despierta a besos. Como se tira al suelo a jugar con él pese a que le duelen los huesos y está más cansada que nunca (los años pesan). Como canta y baila con tal de hacerle reír. Como le cambia el pañal con suavidad. Como le asea, le limpia, le baña. Como le acurruca. Como lo duerme. Como lo riñe con voz risueña. Es su niño. Su pequeño.

SuperG no es consciente del todo. Con los años perderá el recuerdo de ahora. Pero le haré recordar, no permitiré que pierda esos momentos que por desgracia el tiempo nos borra de nuestra mente.

Y piensas, en algún momento de mi vida esa fui yo. Y la vida me da la oportunidad de 32 años después revivir como mi madre jugaba conmigo, reía conmigo, se tiraba al suelo a jugar conmigo. Dejaba su comida a medias para venir a verme como dormía. Se le enfriaba el plato sólo para que yo acabara de comer caliente.

Y hago fotos. Muchas fotos, físicas y mentales. Se me estremece el corazón y me da mucha ternura, tanta que a veces se me salta alguna lagrimilla y digo que se me ha metido algo en el ojo o que he bostezado muy fuerte. Es un sentimiento único, y en ese momento es sólo mío.

La aboragine del día a día no nos deja apreciar esos pequeños momentos. Esos fotogramas que nos regala la vida y no sabemos apreciarlo. Y que además desperdiciamos porque en la rutina diaria cada uno tenemos nuestros problemas, nuestras vivencias y nuestras alegrías y puede que hayas tenido un mal día, llegues a recoger a tu peque y le sueltes un bufido a tu madre o una mala palabra. A mi me pasa. Lo reconozco. Y después la llamo 4 veces en 1 hora para disculparme. Pero ya le hice daño. Su pequeña por la que antaño se desvivió (y aún se desvive, todo sea dicho) le ha herido. Y como madre pienso, que no me lo haga superG, me dolería mucho.

Es un trabajo interior. Es un trabajo mental.

Gracias mama por ser mi guía desde el principio hasta el final. Te quiero





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